sábado, 17 de abril de 2010

ENTRE LA ESPADA Y LA PARED

Hubo un tiempo muy lejano en que existió un pueblo prospero y feliz, alejado de toda violencia fraticida, en que sus habitantes trabajaban con denuedo para procurarse un mejor estilo de vida. Ese pueblo desapareció. Porque una nueva generación se levanto de sus entrañas para lograr su destrucción. La anterior introducción podría parecer un cuento apocalíptico del mejor representante de la corriente literaria del “Realismo Mágico”, sin embargo es una realidad de apuño que los habitantes de Maicao hemos venido viviendo con el día a día. Ya no es fácil morar en esta ciudad que nos ha dado todo lo que tenemos y en la cual anhelamos ver crecer a nuestra prole.

Las cosas han cambiado tanto hasta el punto que no es difícil asegurar que el cien por ciento de la población ha pensado al menos una vez en el ultimo año, abandonar esta ciudad y radicarse en otra que le brinde mas tranquilidad. La razón fundamental de toda esta situación no es otra que la violencia generalizada que se ha apoderado de las calles de este municipio y que golpea las puertas de nuestras casas sin ninguna distinción. La gente de bien se encuentra acorralada y sin salida viable ante tanto hecho violento sin ninguna razón aparente. Ya no es posible sentarse en las terrazas sin ningún temor o tertuliar en las esquinas con los vecinos del barrio, por que en cualquier momento puede caer cualquier facineroso y despojarnos de nuestras pertenencias, inclusive de nuestra vida sin arrugar la cara. Somos irremediablemente unos secuestrados en nuestras viviendas.

Ya nadie se siente seguro ni siquiera en su propia casa, ya que hasta esos lugares de tradicional tranquilidad, ese monstruo de la modernidad, mete no solo sus narices sino también sus extremidades deformes, causando zozobra, desazón y tristeza en los hogares victimas de sus incursiones, que no han sido pocos. Hay que poseer un corazón de hierro para ver lo que esta sucediendo en esta otrora prospera región y no compungírsele de pena y desdicha.

La pregunta obligada ante este panorama desolador es ¿que hacemos? Y nos exprimimos el cerebro buscando una respuesta que satisfaga completamente el interrogante planteado, sin embargo a cada posible solución, se levanta un muro de concreto de imposible destrucción, compuesto de una amalgama de ingredientes, pero sobre todo de un terrible miedo que no nos deja actuar en concordancia con las circunstancias, estamos presos de el y lo peor de todo es que no sabemos como sacudírnoslo.

Pero a todo esto hay que colocarle un freno y la sociedad civil, debe ser la encargada de hacerlo, convocando todas las fuerzas vivas de este municipio a que aunados en una sola fuerza resistamos con acciones que lleven un claro mensaje a los violentos tendientes a demostrarles nuestro rechazo a sus actos. Debemos vencer ese miedo a hablar, a denunciar, porque en últimas estamos defendiendo lo que mas queremos; nuestras familias y nuestro legitimo derecho a gozar de un ambiente tranquilo y a que nuestros hijos crezcan con la certidumbre de un mejor mañana y a que nuestra ciudad nos brinde oportunidades de desarrollo tanto a nivel personal como social.

ELIÉCER QUINTERO VASQUEZ


1 comentario:

  1. Me parece excelente este análisis de nuestro Maicao personas con esas ideas son las que necesitamos, pero se puede empezar desde su posición de coadministrador de este municipio, ejecutando desde el consejo un eficiente Plan de seguridad exigiendo a la policía, ejercito, resultados, aumentando el pie de fuerza.. honorable si ud y los demás concejales no lo hacen como lo le pueden pedir a la comunidad perder el miedo a hablar y denunciar

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